Notas de viaje, lunes 14 de agosto de 2000.
Retomamos el camino hacia Pedrouzo a las 7:00. La mañana está soleada y fresca a esta hora del día, mientras los típicos bancos de niebla demoran en disiparse bajo los primeros rayos de sol.
Pasamos por Salceda, trepamos el Alto de Santa Irene, y luego dejamos atrás Santa Irene y Rúa. Entre caseríos, aldeas, bosques de eucaliptos, caminos de tierra y gravilla, y arcenes de asfalto al borde de la carretera, avanzamos con cierta ansiedad y alegría en la marcha. Prácticamente no hacemos ninguna pausa en el camino, y en poco más de cuatro horas cubrimos los 20 kms. de la etapa.
Un viejo roble amanece entre la niebla del bosque gallego
Los senderos se vuelven más abiertos y mejor mantenidos
Un pequeño asno que se arrimó a curiosear
Llegamos a Pedrouzo una hora antes de que abra el albergue y conseguimos una buena ubicación en la fila que recién está comenzando a formarse. Dejamos las mochilas en el suelo y nos sentamos a esperar y ver como van llegando el resto de los peregrinos. Un peregrino alemán de unos sesenta años, al cual habíamos adelantado en el camino donde ya se le notaba cierta dificultad al andar, llega hasta al albergue con mucho esfuerzo, apoyándose en su bordón. Se le nota la decepción en el rostro al ver la fila de entrada al albergue desbordante de mochilas y gente. Con resignación ocupa su lugar cuando de pronto alguien le alcanza una silla para que descanse. El hombre agradece, toma asiento, y de pronto se echa a llorar. Es que a esta altura un espíritu de solidaridad, sencillez y reflexión, ha germinado en el corazón de cada peregrino, y se agradece a la vida cualquier cosa que esta nos da, por pequeña que sea. Un rayo de sol, un sorbo de agua fresca, o una silla (como en este caso), despiertan al instante unaa emoción que hace rato se lleva a flor de piel, y las lágrimas son más bien una expresión de felicidad que de tristeza.
Al rato se abren las puertas del albergue, es moderno y cómodo, aunque las duchas automáticas no están a la altura del resto de las instalaciones.
Como vecino de cucheta, nos toca un aragonés que insólitamente no solo tiene muy claro donde está Montevideo, sino que además, nos deja boquiabiertos cuando comenta:
- "..., yo soy del mismo pueblo que Artigas..."-
- "¿Qué?"-
- "Si, la familia de José Artigas es de mi pueblo, tenemos un retrato de él detrás de la barra del bar de la plaza, que dice General José G. Artigas, libertador del Uruguay..."-
Increíble, estas cosas del Camino, no dejan de asombrarme.
La estancia en Pedrouzo pasa agradablemente, no hay mucho para recorrer y aprovechamos el tiempo en organizar nuestra llegada a Santiago. Hablamos con nuestras respectivas novias. Ana me pasa un número telefónico y contactamos a la señora Teresa, que habrá de alojarnos en la capital gallega, hacemos unos partiditos de conga (Martín sigue engrosando mis arcas de jugador), comemos algún bocadillo y tomamos un par de cervezas.
Albergue de Pedrouzo
Calle principal de Pedrouzo
Mañana nos espera Santiago de Compostela.
La ciudad Santa, imaginada mil veces a lo largo del camino, soñada en cada noche de albergue y hostal. Santiago la monumental, patrimonio de la humanidad toda y eje de la cristiandad durante más de mil años. Santiago la misteriosa, la mística, la mágica, la milagrosa, la del sepulcro del apóstol de Cristo. Santiago, la ciudad de las respuestas... Mañana será, sin dudas, un día único.
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