Ultreia et Suseia

Este blog es antes que nada el diario de un peregrino en camino a Santiago de Compostela.
"Ultreia" (mas allá) era el saludo dado al peregrino en la edad media, al cual este respondía siempre "et suseia" (y más arriba), de ahí el título de este blog. Epítome de todos los caminos, el Camino de Santiago es un camino sin final y sin retorno cuya síntesis perfecta es precisamente "Ultreia et suseia".

viernes, 22 de febrero de 2008

04 - Roncesvalles

Notas de viaje, miércoles 26 de julio de 2000.

Me despierto sobresaltado, las sábanas vuelan por el aire y aterrizan a los pies de la cama. En el sueño la habitación estaba en llamas. Martín asoma su rostro de detrás del libro que esta leyendo y me mira extrañado. Yo le devuelvo una mirada de desconcierto. Son las 02:45 AM, miro a mi alrededor y todo está tranquilo en la habitación. Permanezco unos segundos sentado en la cama y por fin entiendo. Había exagerado con el linimento y las piernas me ardían terriblemente. Me levanto, me encierro en el baño y me froto las piernas durante diez minutos con una toalla húmeda. Volví a la cama con las piernas envueltas en la toalla, Martín se descostilla de risa, me pregunta si voy a una carrera de embolsados, muy gracioso se cree, y sigue riéndose y burlándose de mi desgraciada situación..., terminamos riéndonos los dos.
Me desvelé y me puse a escribir unas postales de Roncesavalles. Finalmente me vuelvo a dormir a las 03:30 AM.

Dormimos hasta las 11:30, cuando nos despierta la cabeza de la mucama asomada dentro de la habitación. Seguimos durmiendo hasta las 13:00. Nos levantamos, nos duchamos, y bajamos a desayunar café con pan y queso de cabra del país (los quesos y el jamón son deliciosos). Luego de satisfechos nuestros estómagos, salimos a dar una vuelta y sacar algunas fotos.
Nos detuvimos en una tienda de souvenirs, y compramos un par de rollos de fotos, algunas postales, una tarjeta de teléfono (finalmente), las famosas vieiras, y un par de pendientes de plata en forma de lauburu para Ana.


Martín, un poco más repuesto, posa bajo el sol pirenaico en la calle principal (la única) de Roncesvalles.

Vista de la calle principal desde el tunel bajo la Colegiata de Roncesvalles

Pasamos por la oficina del refugio de peregrinos de Roncesvalles. Era una larga habitación con las paredes repletas de fotos e imágenes de peregrinos en el camino. Aguardamos un par de minutos a que una pareja de peregrinos españoles terminara de registrarse y pedimos a la muchacha sentada detrás de una moderna mesa de cármica blanca que nos sellara nuestras credenciales. Nos miró con escepticismo y suspicacia.
- ¿De dónde vienen ?
- De Saint Jean.
Nos mira con más suspicacia aún. Bañados, afeitados, limpios, y relativamente descansados, no teníamos el aspecto de quienes cruzan los pirineos a pie.
- ¿Necesitan cama?-, pregunta en un tono que daba a entender: ¡ no les creo nada y ni siquiera lo sueñen !
- Mirá -, le digo, a punto de perder la paciencia. - Llegamos ayer en la tarde, completamente mojados, destrozados y muertos de frío y de cansancio, no quedamos en La Posada, no necesitamos cama, solo queremos que nos sellen nuestras credenciales...-
Nos mira con un poco menos de escepticismo, sella nuestras credenciales, y nos desea suerte para la siguiente etapa. Le agradecemos y nos retiramos.
Visitamos la colegiata y contratamos un tour guiado a 375 pelas c/u que recorrería el monasterio, la colegiata, el Silo de Carlomagno, la iglesia de Santiago, la biblioteca y el museo de la colegiata, y el mausoleo de Sancho "El Fuerte". La guía, Maite, es una simpática y bonita española nacida en Roncesvalles y si bien sus conocimientos no resultaron demasiado frondosos aportó anécdotas interesantes sobre la historia y los edificios del lugar, estuvo muy bueno y disparamos algunas fotos.


Tumba de Sancho VII "El Fuerte", rey de Navarra entre 1194 y 1234.


Las cadenas que Sancho "El Fuerte" arrebatara al califa moro Muhammad An-Nasir (Miramamolín para los cristianos) en la batalla de Las Navas de Tolosa (1212), flanqueadas por las masas que Sancho utilizaba en batalla.

Luego de la recorrida, comienza a sentirse el fresco de la montaña y volvemos al hostal por algo de abrigo, para asistir a la misa de peregrinos en el monasterio. Fue una experiencia increíble y enormemente emocionante. Seis monjes, con las vestiduras de la orden, llevan adelante la ceremonia entre cantos gregorianos que retumban bajo las milenarias piedras de la bóveda, presididos por la imagen de Nuestra señora de Roncesvalles (una bellísima virgen María del siglo XVI, tallada en cedro y recubierta en plata). Al término de la misa recibimos la bendición de acuerdo al antiguo rito del siglo XII. La oración es repetida en varias lenguas (latín, castellano, francés, inglés, italiano, alemán, y por supuesto también en euskera). Podía sentirse la emoción vibrando a través de la piedra, y al mirar hacia un costado vi lágrimas de agradecimiento y felicidad de los ojos de muchos peregrinos. Uno de ellos me devolvió una hermosa sonrisa, era el pequeño "toulousien" que nos acompañara parte de la jornada anterior.
Salimos del monasterio lentamente y en silencio.
Cada uno de nosotros inmerso en sus propios pensamientos y emociones; cada uno de nosotros traía consigo alguna carga sobre los hombros; cada uno de nosotros buscaba algunas respuestas a muchas preguntas y desesperanzas.
Al menos para mí (y creo que también para Martín), a partir de esa noche, las respuestas comenzarían a llegar, y la carga comenzaría a ser cada vez más ligera.
Mucho antes de salir de Montevideo, releyendo información sobre el Camino, una frase de un peregrino español había llamado mi atención, "Peregrino, en los albergues deja lo que puedas y toma lo que necesites. Pero, por sobre todas las cosas, aprende a desprenderte de casi todo, porque eso, eso es peregrinar." Creo que esa noche comencé a entender su significado, a sentirme y convertirme en peregrino. Fue en esa maravillosa y estrellada noche en Roncesvalles que la magia comenzó...

Volvimos al hostal, llamamos (inútilmente para variar) varias veces a Pedro el taxista, y terminamos hablando con "gibra" para que recoja nuestras mochilas (aún en proceso de secado) y nos las alcance hasta Zubiri o Larrasoaña. Vamos a emprender este segundo tramo con poco equipaje, tan solo una pequeña mochila para cargar agua, comida, y algunas cosas imprescindibles (pasaportes, botiquín de primeros auxilios, etc.), arreglamos por 5500 pelas y quedamos en que lo llamaríamos al otro día.
Luego cenamos abundantemente en el restaurante del hostal (platos y vino de la casa, excelentes ambos), pedimos que nos llenaran la petaca con cognac y que nos preparan un par de bocadillos (sándwichs de jamón y queso) para el otro día. Subimos a la habitación luego de cerrar la cuenta (los dieciséis escalones, están pareciendo cada vez más apenas dieciséis escalones) y nos acostamos a descansar hasta el día siguiente.


“Señor..., te pedimos que nos guardes siervos tuyos,
que por amor a tu nombre peregrinamos a Santiago de Compostela.
Sé para nosotros, compañero en la marcha,
guía en las encrucijadas, aliento en el cansancio,
defensa en los peligros, albergue en el camino,
sombra en el calor, luz en la oscuridad,
consuelo en los desalientos y fuerza en nuestros propósitos”.

Oración de Bendición a los Peregrinos a Compostela
Siglo XII

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