Ultreia et Suseia

Este blog es antes que nada el diario de un peregrino en camino a Santiago de Compostela.
"Ultreia" (mas allá) era el saludo dado al peregrino en la edad media, al cual este respondía siempre "et suseia" (y más arriba), de ahí el título de este blog. Epítome de todos los caminos, el Camino de Santiago es un camino sin final y sin retorno cuya síntesis perfecta es precisamente "Ultreia et suseia".

viernes, 22 de febrero de 2008

15 - De Ponferrada a Villafranca del Bierzo

Notas de viaje, domingo 06 de agosto de 2000.

Me desperté a las 06:15, dí un par de vueltas en la cama y me levanté unos minutos más tarde. Me duché, armé la mochila, contesté la llamada de Martín asegurándose que no durmiera de más, y bajamos a pagar el hotel. Cerramos la cuenta y partimos camino a Villafranca del Bierzo, a unos 20 kms. de Ponferrrada. La mañana estaba fresca, con las primeras luces del amanecer tiñendo todo de un color anaranjado. Para no perder la costumbre de los viejos tiempos de Navarra, volvimos a errar el Camino, hasta que unos peregrinos más diestros que nosotros, nos alertaron de nuestro error (marchaban en dirección opuesta). Los primeros kilometros se hicieron muy amenos, entre pintorescos pueblitos de campaña (Columbrianos, y Fuentes Nuevas). El aire comenzó a ponerse más cálido, la mañana estaba radiante, y entre bromas del Sasquash y comentarios del camino, llegamos a Campo Naraya donde nos detuvimos a desayunar. Campo Naraya, pueblo más grande que los anteriores y con menos encanto, nos regaló una preciosa salida del lugar, entre medio de huertos, vides y altas pasturas verdes. Retomamos la senda peregrina a las 10:15. El desayuno no pesa en el estómago, aligera las piernas y alegra el espíritu. Continuamos el camino y una hora y poco después entramos en Cacabelos, que con su calle del peregrino, su ermita de San Roque, sus pintorescas balconadas, y los restos de un milenario hospital de peregrinos se ha ganado el corazón de los viajeros a Compostela desde mucho tiempo atrás. Citado en el Codex Calixtinus de Picaud, el enclave fue reconstruido por el obispado compostelano en el siglo XII. A la salida, luego de cruzar un puente de piedra sobre el río Cúa, nos topamos con el santuario de la Virgen de las Angustias, con su sólido pórtico barroco, que para variar esta cerrado. Nos quedamos con las ganas de conocerlo, y es que según la guía, dentro del santuario se conserva una imagen del niño Jesús jugando a los naipes con San Antonio de Pádua.

Camino a Villafranca del Bierzo.


Seguimos el camino, algunos tramos por agradables y polvorientos senderos vecinales, y otros por el arcén de la N-VI. Pasamos por una moderna estación de servicio sobre la ruta y al poco rato entramos en Villafranca del Bierzo.


Al fondo Villafranca del Bierzo, aún queda una hora y algo de caminata antes de llegar


Vista de Villafranca del Bierzo desde el albergue
Es mediodía, comienza a sentirse el calor. Nos sentamos a la sombra a beber un poco de agua y nos turnamos en la cola del albergue que abre media hora más tarde. Finalmente entramos, conseguimos cama y una espléndida ducha. Luego del baño, y del obligado lavado de ropa, sellamos nuestras credenciales y salimos a recorrer la ciudad. Villafranca del Bierzo reconforta al peregrino apenas este pone sus pies en el pueblo. Con sus estrechas callejuelas empedradas, sus plazas, un castillo, una ermita, un monasterio, tres iglesias, y su colegiata, Villafranca tiene un aire peregrino como muy pocos pueblos del camino. Creo que para ambos fue amor a primera vista.
La villa, revitalizada por las repoblaciones de Francos en el siglo XI, dió origen a un pequeño burgo, que un siglo más tarde recibiría a la orden de Clunny, la cual, en el año 1120 fundaría un priorato en el actual edificio de la colegiata. Apenas entrar a la ciudad el peregrino se encuentra con el moderno y agradable albergue del pueblo. Un par de calles más abajo (la villa está construida en la ladera de una colina) nos encontramos con la austera y encantadora Iglesia de Santiago, de estilo románico y con su famosa puerta del perdón. El papa Calixto III concedía a aquellos peregrinos que por enfermedad no pudieran continuar hasta Compostela y atravesaran dicha puerta, los mismos favores e indulgencias que a aquellos que conseguían llegar hasta la ciudad Santa. Junto a la iglesia de Santiago, se encuentran los restos de unos de los hospitales de peregrinos más antiguos del camino.


Castillo de los Marqueses de Villafranca del Bierzo


Iglesia de San Francisco
Apenas bajar la pendiente, de la calle que da entrada al pueblo, nos encontramos con un sólido castillo del siglo XIV. El cual servía como último bastión antes del ingresar a tierras Gallegas. Seguimos descendiendo por una intrincada red de callejuelas, pasamos junto a la Iglesia de San Francisco, bastante más grande, barroca, y reciente que la de Santiago, y finalmente desembocamos en la plaza de la antigua Colegiata de Santa María, hoy convertida en lujoso hotel. De allí desembocamos en la plaza de los peregrinos, donde se amontonan varios bares y fondas de la ciudad (y como no, también hay un bar "Peregrino"), y por supuesto también los peregrinos. Almorzamos unas pizzas y melones con jamón, terminamos unas cervecitas, y volvimos al refugio a probar los colchones por un rato.A las seis (más o menos), nos levantamos de la reparadora siestecilla y salimos a recorrer la villa, esta vez munidos de nuestras cámaras fotográficas. Paseamos, compramos algunos churros -que ya habían atraído nuestra atención en Saint Jean-, fotografiamos buena parte de la villa, compramos algunos cosas en la farmacia de la plaza, despachamos los churros y volvemos al albergue donde nos entretenemos un rato conversando con otros peregrinos. Finalmente todos se fueron a dormir y yo me quedé en el balcón del albergue escribiendo estas notas que cada vez me llevan más tiempo. Cuando quise acordarme eran las 11:00 y me habián cerrado la puerta de la habitación que daba al balcón, así que tuve que entrar por el balcón de otra habitación -bajo la mirada asombrada y divertida de un grupo de peregrinas que allí pernoctaban- y de ahí pasarme a la mía. Me trepé a la cucheta y descubrí, atónito, que había un tipo que roncaba más que yo. Tardé casi una hora en dormirme, con la satisfacción de saber que al otro día no sería el único culpable de los desvelos de mis compañeros de habitación.

1 comentario:

Zeta dijo...

Eh! tío! Dile que apague la moto!
Juas.