Ultreia et Suseia

Este blog es antes que nada el diario de un peregrino en camino a Santiago de Compostela.
"Ultreia" (mas allá) era el saludo dado al peregrino en la edad media, al cual este respondía siempre "et suseia" (y más arriba), de ahí el título de este blog. Epítome de todos los caminos, el Camino de Santiago es un camino sin final y sin retorno cuya síntesis perfecta es precisamente "Ultreia et suseia".

viernes, 22 de febrero de 2008

01 - De Barajas a Saint Jean

Notas de viaje, domingo 23 de julio de 2000.

Aeropuerto de Barajas.
Es enorme, bastante más que el de Ezeisa en Buenos Aires. De una terminal a otra hay que tomar un autobús. Se ve todo tipo de gente, occidentales de todas partes de Europa (muchos alemanes), americanos, orientales (japoneses en mayoría), y muchos árabes con sus mujeres de cabeza cubierta y mirada discreta. Es un aeropuerto moderno y nuestro primer contacto con españoles en la madre patria, simpáticos, bulliciosos, y de hablar muy cómico (me fascina el acento). Estuvimos deambulando de acá para allá, cambiamos dólares a pesetas, compramos un par de coca-colas y unos "bocadillos" (sándwichs en mini-baguettes) de jamón y queso, recorrimos los freeshops, compré un par de lentes de sol que me faltaban y dos postales.

Desde un teléfono público llamamos al taxista de la guía, Pedro Telechea. Nos dijo que el precio por llevarnos de Roncesvalles a Saint Jean de Pied de Port era de 3500 "pelas", que lo llamáramos al llegar a Pamplona, que podía irnos a buscar y que nos conseguiría alojamiento en Roncesvalles para ir al otro día a Saint Jean. Quedamos en llamarlo al llegar a Pamplona. Escribimos las postales, y esperamos el avión que nos llevaría a Pamplona.
El viaje hasta Pamplona duró poco más de media hora y la vista de una campiña madrileña bajo el sol de la mañana lo hizo muy agradable.

El aeropuerto de Pamplona (Iruña en euskera) es muy pequeño - diminuto- y por primera vez nos vimos sobre suelo español con nuestras mochilas, bordones, sombreros y chalecos de peregrinos. La gente se sonreía al vernos pasar. En la cafetería del lugar comimos unos snacks y despachamos un par de Cardhu servidos en proporciones acordes a la generosidad del mozo - que no era poca -. Llamamos a Pedro varias veces durante la siguiente hora, hasta que finalmente conseguimos comunicarnos con él en su móvil, nos dijo que había tenido algún problema en la mañana ("... es que he tenido unos disgustos tremendos...", que nunca supimos cuales fueron) y nos dio el teléfono de un colega que nos recogería en Pamplona para llevarnos hasta Roncesvalles. El nuevo taxista, un tal Baltazar, a quien Martín apodaría Gibraltar - o simplemente Gibra - , se convertiría en uno de los pillos más simpáticos de esta aventura que recién comenzaba a ponerse en marcha.

Llamamos a Gibra, quien contestó al toque, y sin esperar que le preguntáramos el precio siquiera nos dijo "... salgo para ahí enseguida, ya estoy allí... " Llegó en un mercedito 230 CI reluciente, nos presentamos, cargamos mochilas y bordones, y salimos para Roncesvalles. En principio nos llevaría por unas 7800 "pelas", “… precio de feriado, pero con descuento para peregrino...”, unos 46 dólares. Durante el viaje conversamos de todo un poco, del trabajo, del Camino, de los turistas, de Uruguay y de España, mientras la sinuosa ruta trepaba la montaña en medio del fantástico paisaje Navarro. Una ruta que discurría entre valles de arroyos cristalinos e interminables bosques de robles, hayas, almendros, castaños, avellanos, y helechos enormes, donde según Gibra abundan los jabalíes y los cotos de caza públicos y privados. El corazón se me aceleró cuando vi por primera vez un cartel en la ruta indicando "Camino de Santiago", letras amarillas y vieira del mismo color sobre fondo azul. El Camino, el sueño tantas veces tan lejano empezaba a hacerse realidad en un día de sol radiante sobre los bosques celtas del Pirineo Navarro.

Gibraltar volvió a ofrecernos (por tercera vez) llevarnos hasta “San Juan de Piepor …” por apenas (!!) 12000 pesetas, un par de miradas con Martín y nuestra ansiedad terminaron por decidir que esa noche la pasaríamos en Saint Jean. Sentí la emoción crecer otro poco dentro de mío.
Finalmente, luego de una hora más o menos, entramos en Saint Jean de Pied de Port. Este se mostró como un pueblo bastante más grande de lo esperado (unos 10000 hab.), bastante más llano de lo esperado (apenas 150 metros sobre el nivel del mar), y con mucha más gente de lo esperado. Hoy es domingo (23 de julio) y aparentemente es un lugar de veraneo o algo así. De pronto, casi sin aviso comenzó a llover. Saint Jean nos daba la bienvenida de una forma muy pirenaica, como comprobaríamos un par de días más tarde.
Gibra se estacionó encima de la vereda – pese a las airadas protestas de un par de turistas que debieron correrse rápidamente para evitar el coche - y descendimos a buscar hotel. Martín se quedó en el coche, haciendo sus primeras grabaciones y divirtiéndose a costillas mías - según me enteraría esa noche-.
Recorrimos varios hoteles y no encontramos lugar en ninguno. Finalmente encontramos uno – el Ramuntcho – que nos ofrecía una habitación por unos 360 francos (aproximadamente 60 dólares), pero me pareció demasiado para el primer día y seguimos buscando.
Entramos por una estrecha callejuela medieval al casco viejo de la ciudad y luego de un par de vueltas dimos con la casa de una señora que alquilaba habitaciones para peregrinos, la señora no estaba pero nos atendió su hija, una simpática francesita que preocupada por nuestro destino, ya que no tenía ninguna habitación libre, hizo varias llamadas y nos consiguió una en una casa en la entrada a Saint Jean, la casa de Mme. Etchegoine.

Mme. Etchegoine resultó ser una agradable señora canosa, delgada y de una edad indefinida (setenta y algo probablemente) que alquilaba habitaciones para peregrinos a 75 francos la cama. Nos quedamos.
Es una casa antigua - como la mayoría en esta parte del pueblo – y antigua en los Pirineos significa centenares de años. La "chambre" está muy de acuerdo con el estilo de la casa, un armario de viejísimo roble labrado, una cama de madera de avellano maciza y una especie de lavatorio con lavabo y bidet en una de las paredes de la habitación discretamente disimulado detrás de un espeso cortinaje de terciopelo rojo. Las paredes, empapeladas con un diseño de flores típicas del lugar completaban el decorado de nuestra “chambre”. El primer piso, de gruesas tablas de abeto asentado encima de cuatro robustas vigas de pino, se sostenía sobre un enorme y añoso tronco de roble de más de medio metro de lado.

Una vez dejadas las mochilas y pagado a "Gibra" sus 2400 duros (un duro son cinco pelas), salimos a recorrer St. Jean, y descubrimos un pueblito precioso y encantador.
Un río de aguas transparentes y cantos rodados, repleto de grandes truchas de montaña, cruza el pueblo de este a oeste, se trata de La Nive, orgullo de la ciudad. El pueblo tiene su ciudadela y casco antiguo, las murallas datan del 1600 y dentro de la fortificación se descubre el St. Jean medieval, con angostas callejuelas adoquinadas, casas de piedra, madera, y tejas de barro cocido, de los siglos XIII al XVII, con blasones familiares labrados sobre sus pórticos. Allí en el casco antiguo se encuentra la iglesia de Saint Jacques (1300 y algo), la calle de Saint Jacques, la puerta de Saint Jacques, la asociación"Les Amis du Chemin de Saint Jacques - Pyrénées Atlantiques", el museo de la Baja Navarra en la antigua "Prison des Eveques" y la casa de Mme. Lawrence del libro de Coehlo.

Puente sobre el río Nive
Los productos de la región llaman la atención: telas, mantas, artesanías, y por supuesto quesos y jamones de todo tipo, aunque todo es carísimo - y solo aceptan francos franceses o pesetas (dólares ni ahí) -.
Llovió varias veces en la tarde, lluvias fuertes y de gotas gruesas, pero de poca duración, en quince o veinte minutos volvía a salir el sol. Después de dar algunas vueltas, volvimos a lo de Mme. Etchegoine, nos bañamos, nos cambiamos y salimos nuevamente. Todos los servicios básicos (banco, correo, cambios, etc.) están cerrados por ser domingo. Sacamos fotos (yo terminé mi primer rollo), nos regalamos una disfrutable cena en un restaurant a orillas de La Nive, paté al champagne, cerdo con salsa basquoise y helado (que curiosamente lo preparan entre dos capas de biscochuelo), todo por un menú económico (!!) de 95 francos que no incluía bebida -, aprovechamos la ocasión para probar nuestras tarjetas de crédito y todo OK -. Luego buscamos un lugar para hablar por teléfono, eran las 11:00 de la noche aprox. y finalmente conseguimos comunicación en la recepción del Hotel de Pyrénées Atlantiques de la cadena Relais et Chateaux, hablé con Ana 3 minutos por unos 35 francos y me encantó escuchar su voz. Después de la llamada nos fuimos a acostar. Esta será nuestra primer noche en lo de Mme. Etchegoine y en St. Jean, nuestra primer noche al comienzo del Camino de la Estrella.


Recorriendo La Citadelle de Saint Jean

Vista de Saint Jean desde la ciudadela

Nota1:
Costó un poco que entendieran mi francés, hasta que me di cuenta de que era porque hablaba bajo, todo el mundo grita (y te repiten las frases dos o tres veces) como para ver si eres tonto o qué.

Nota2:
He visto por todas partes diversos símbolos celtas que desconozco, en particular uno parecido a una cruz gamada que no sé que significa.


1 comentario:

Mario dijo...

Como me gusta viajar mucho disfruto de buscar en internet informacion de otros viajeros que son de ir a distintos sitios. Por suerte suelo conseguir mucha informacion con Lan Argentina para llegar a diversos lugares de todo el mundo