Comenzamos a caminar..., pa' cualquier lado. Se nota que estamos poco prácticos en esto de seguir las flechas, fuimos a parar a la gran puta.
Resultado, tuvimos que desandar el camino (casi 3 kms. al pedo) y para cuando retomamos la senda correcta había pasado casi una hora. Seguimos andando, el sol comenzó a calentar, pero el camino era bastante agradable.
Camino a Villamayor de Monjardin
Como hito memorable de esta etapa, y de todo el camino también, descolla un pequeño -pero enorme- pueblo, la localidad de Irache, famosa por las bondades de sus vides. Allí en ese pequeño pueblito permanece, erguido y orgulloso, el primer monasterio-hospital de peregrinos de todo el Camino. Fundado por una comunidad benedictina en 958 fue dotado de un hospital para peregrinos en 1054 por el rey de Nájera. Un edificio increíble y perfectamente conservado.
Al fondo, el Monasterio-Hospital de peregrinos de Irache, un poco antes las Bodegas de Irache
Frente a él, las famosas bodegas Irache. Bodegas de renombre bien ganado por la calidad de sus fermentos, mejor ganado todavía por mantener un Museo del Vino, y mucho mejor ganado aún por ser las propulsoras y ejecutoras de una de las ideas más maravillosas y magníficas que pueda concebir mente alguna: UNA FUENTE DE VINO. Sí, sí, sí, una fuente pública, abierta en horario de oficina, de donde mana el más refrescante caldo que la noble vid pueda entregar, la fuente del vino, única en el mundo y sobre el camino de la estrella...
"Peregrino, si quieres llegar a Santiago
con fuerza y vitalidad,
de este gran vino echa un trago,
y brinda por la felicidad"
te invitamos con agrado,
para poderlo llevar,
el vino ha de ser comprado"
El camino se tornó algo más empinado, pedregoso y sin sombra. Llegamos a VillaMayor de Mon Jardín a las 13:30. El sol hacía rato que hacía notar su presencia y teníamos las remeras empapadas en transpiración. Decidimos quedarnos en un albergue privado en lo alto del pueblo con una hermosa vista del valle y sus frescas vides alineadas en interminables hileras de hojas verdes y racimos oscuros. Villamayor también tiene su bodega de renombre, de nombre sugestivo y sugerente, el Castillo de Mon Jardín -aúreo exponente de los mejores vinos de Navarra-.
Viñas del Castillo de Monjardin
Volvimos, lentos y felices, hasta el albergue y nos acostamos a descansar un rato.
Las moscas de Navarra que también dormitaban -sobre la piola de tender la ropa que cruzaba diagonalmente la habitación- me despertaron un par de horas más tarde, encolerizadas por un tropezón de Martín -que se llevó la piola por delante-, asi que salí de la habitación, una especie de buhardilla en el segundo piso, a una terraza desde donde se veía todo el pueblo y particularmente la altiva torre barroca de la Iglesia de San Andrés, adosada al templo de estilo románico del siglo XIV, y en cuyos jardines algún párroco misterioso -la iglesia estaba cerrada- cultiva el muérdago con dedicación. Desde la terraza además es posible distinguir claramente las derruidas paredes de una antigua ermita en lo alto de la sierra que domina al pueblo.
El cielo, de un azul impecable, comienza a poblarse lentamente de una multitud de golondrinas que alegran maravillosamente la impecable puesta del sol. Compartiendo algún cigarrillo y una que otra cerveza, nos quedamos hasta muy tarde en la terraza del albergue conversando con algunos peregrinos rezagados que fueron llegando y que a falta de lugar dormirán en el piso de la terraza, "à la belle étoile".
La noche se prestaba a la filosofía de entrecasa, y me demoré bastante en irme a la cama.Las lesiones no nos han molestado para nada. Mañana caminaremos hasta Los Arcos (otros 12 kms.) y si todo va bien, empezaremos a alargar etapas hasta Logroño.
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