Ultreia et Suseia

Este blog es antes que nada el diario de un peregrino en camino a Santiago de Compostela.
"Ultreia" (mas allá) era el saludo dado al peregrino en la edad media, al cual este respondía siempre "et suseia" (y más arriba), de ahí el título de este blog. Epítome de todos los caminos, el Camino de Santiago es un camino sin final y sin retorno cuya síntesis perfecta es precisamente "Ultreia et suseia".

viernes, 22 de febrero de 2008

19 - De Triacastela a Sarria

Notas de viaje, jueves 10 de agosto de 2000.

Otra vez nos levantamos algo tarde y luego de dispuestas nuestras mochilas y nuestros pies, retomamos el camino con destino a Sarria, unos 19 kilómetros de etapa.
Pasamos por varios pueblitos y caseríos, Balsa, Fontearcuda, Furela, Pintín, San Xil, y Calvor donde nos detuvimos a desayunar. Retomamos el camino y una hora más tarde divisamos Sarria por entre los árboles del espectacular -frondoso, añoso, verde, tupido, fresco, neblinoso, y por supuesto misterioso- bosque gallego. El descenso hacia la ciudad nos tomó casi una hora más de camino. Más nos acercábamos y más grande y moderna lucía la ciudad. Sarria es la segunda ciudad más grande de Galicia, después de Santiago, antigua residencia de los Condes de Sarria, ha enterrado su pasado peregrino en pos del progreso y el modernismo. Ya casi no se ve, oculto detrás de modernos edificios, el antiguo convento de la Magdalena, ni la Iglesia del Salvador, erigida en el año 1094. La moderna urbe de hoy día, es una mole de cemento y asfalto que poco recuerda a la antigua población que acogía y daba abrigo al peregrino.





Peregrino repostando agua en una fuente del Camino rumbo a San Xil


Ganado pastando entre San Xil y Calvor





Llegando a Sarria

Para colmo, Sarria nos recibió al ritmo de King África("... a trompeta que no para de tocar!..."), y a punto estuvimos de emprenderla a pedradas contra el megáfono del coche que anunciaba para esa noche la orgía romana, la gran bacanal, y otros dislates del estilo en la disco de moda. A la cola del albergue llegamos tarde. No encontramos con más de cien peregrinos esperando para encontrar lugar en un albergue con 70 camas. Un rápido cálculo nos dijo que teníamos que buscar una pensión antes de que estas también se completaran. Finalmente conseguimos habitación sobre un bar en lo alto de la calle del albergue, donde teníamos un espléndida vista de la ciudad y del bosque que la rodea. Nos duchamos, sellamos nuestras credenciales y tomamos la acostumbrada siestecilla. Mas tarde salimos a recorrer la ciudad, subimos y bajamos empinadas callejuelas, visitamos alguna Iglesia, revelamos el primer rollo de fotografías y cenamos en el bar debajo de nuestra habitación.

Cola de peregrinos en el albergue de Sarria




El malecón junto al río que da nombre a la ciudad




A la noche, me tomé mi tiempo para escribir estos apuntes, reseñar algunas fotografías, escribir una carta para Ana, y postales para familia y amigos. La ciudad se mostró más agradable, con el paso de las horas, de lo que fuera nuestra primera impresión en la mañana. Me demoré en dormirme mientras una luna redonda y enorme asomaba en la ventana de la habitación. Estuve largo rato pensado en el camino, en mi familia, y en Ana.
Martín perseguía insectos por la habitación, clausuraba ventanas, armaba y desarmaba su mochila, y correteaba arañitas debajo de su cama zapatilla en la diestra y linterna en la siniestra. El cansancio comenzó a vencerme, y dejando a mi amigo disfrutar en privado de sus fobias bajo la cálida luz de la luna estival gallega, me dormí.



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