Ultreia et Suseia

Este blog es antes que nada el diario de un peregrino en camino a Santiago de Compostela.
"Ultreia" (mas allá) era el saludo dado al peregrino en la edad media, al cual este respondía siempre "et suseia" (y más arriba), de ahí el título de este blog. Epítome de todos los caminos, el Camino de Santiago es un camino sin final y sin retorno cuya síntesis perfecta es precisamente "Ultreia et suseia".

viernes, 22 de febrero de 2008

18 - De Cebreiro a Triacastela

Notas de viaje, miércoles 09 de agosto de 2000.

Nos levantamos algo tarde, y a las 07:30 partimos hacia Triacastela. El camino a Triacastela es un largo descenso hacia el valle, interrumpido por algunas colinas. El camino se hizo muy agradable, pasamos el Alto de San Roque (que ni se notó) donde nos tomamos unas fotos junto a la escultura del peregrino con las primeras luces del amanecer gallego. Seguimos hasta el Alto do Poio (que de alto no tiene nada) y luego de una corta pero esforzada y empinada subida nos encontramos con un bar donde varios turistas cómodamente instalados tomaban cerveza bajo unas sombrillas y miraban divertidos a los peregrinos que aparecían ante sus ojos todos transpirados y polvorientos. En fín..., estas cosas que tiene el camino...
Seguimos caminando y alcanzamos a Antonio -el roncador- y su familia. Intercambiamos saludos y seguimos camino. El resto transcurrió entre un poco de calor, mucho sol, y paisajes de valles y montañas. Entramos en Triacastela poco antes del mediodía, algo cansados y contentos. El albergue estaba soberbio. Ubicado en un prado de hierba verde, a un par de cuadras de la calle principal del pueblo, en la margen de un arroyuelo de aguas transparentes y a la sombra de un bosquecillo de álamos añejos, daba una sensación de paz y frescura increíbles.


El sol matinal resplandece por entre los pies del peregrino en el Alto de San Roque (Nótese un curioso efecto de la luz -encima de la cabeza del peregrino- con forma de Cruz de Santiago)


Cruz de piedra en la entrada a Triacastela

Triacastela, cuyo nombre significa "Tres Castros", y deriva de los tres asentamientos celtas que existían en la zona en épocas pre-romanas, mantiene en pie la Iglesia de Santiago, una maciza construcción románica del siglo XIII en perfecto estado. Triacastela también se dio a conocer según la guía porque antiguamente los peregrinos solían cargar una piedra de cal extraída de las canteras de la zona hasta Santiago para colaborar en la construcción de la catedral. Luego de registrarnos, ducharnos, y procurarnos el almuerzo asistimos a una de las misas más recordables del camino donde el cura párroco, Augusto, nos sorprendió a todos. Es un ejemplo de fe cristiana y profunda conciencia social y humana. Al final de la misa nos obsequió algunas fotocopias parroquiales donde figuraba incluso su dirección en la web. Fue increíblemente emocionante y esperanzador. A la salida de la Iglesia me sentía en paz con el mundo y conmigo mismo. Realmente la misa había puesto las cosas en su lugar y durante un rato caminé por las calles de Triacastela mientras un rayo de sol gallego filtraba a través de mis lentes de sol dándome la ilusión -o no- de un vínculo directo con algo muy por encima mío, y una sensación de contención y amor que jamás antes había experimentado con esa intensidad. Triacastela y su párroco Augusto ganaron un merecido lugar dentro mío y serán recordados por mucho, mucho tiempo...

El peregrino gasolero se vio obligado a dormitar en los zaguanes –del lado de afuera- debido a discrepancias higiénicas sostenidas con otros peregrinos, y a que no quería devolver una toalla que aparentemente no le pertenecía.




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