Notas de viaje, viernes 11 de agosto de 2000.
Dejamos Sarria temprano en la mañana, luego de desayunar en el bar y de despachar las cartas y postales en el buzón del albergue. Tomamos el camino hacia Portomarín, a unos 23 kms. de Sarria, faltaban 15' para las 07:00, y la mañana estaba fresca y oscura. Una vez más equivocamos el camino y nos metimos en un lugar que no se veía nada; ni sabíamos por donde seguir, y al desandar un par de cuadras y retomar la senda correcta, iban delante nuestro todos los peregrinos a los que habíamos adelantado. Cruzamos la vía del tren y nos internamos nuevamente en uno de esos oscuros y tupidos bosques de hayas, robles, y pinos, que tanto alegran mi ánimo. Pasamos por Barbadelo, con su Iglesia de Santiago, de pórtico románico pleno de iconografías medievales. El camino entrecruza la carretera varias veces, discurriendo generalmente por las famosas "corredoiras" gallegas. Atravesamos algunos caseríos que ni siquiera figuraban en la guía, donde comenzamos a ver los famosos hórreos y cruceiros. Pasamos por Brea, Rente, y hacemos una pausa en Ferreiros a liarnos un pitillo y repostar líquido.
Luego de las fotos seguimos nuestro penitente camino bajo la llovizna gallega... .
Pasamos varios pueblos y caseríos, Pena, Mormento, Mercadoiro, y Parocha. A las 11 entramos en Vilachá, en el valle del río Miño. Vilachá mantiene su antiguo monasterio de Boio, y los restos de una ermita donde 9 siglos atrás, doce caballeros juraran ante Dios proteger a los peregrinos de los asaltos de bandidos y Moros, dando origen así a la orden de los Caballeros de Santiago, que tanta importancia tendría en la historia del Camino.
Luego de descender una empinadísima cuesta tapizada de guijarros sueltos (calculo que se podría llegar a bajar haciendo sandboard), entramos en Portomarín cruzando el soberbio puente sobre el Miño que da acceso a la ciudad. A los lejos, en lo alto del pueblo, se destaca la orgullosa iglesia-fortaleza de San Nicolás levantada por los Templarios de la orden de San Juan de Jerusalén en el siglo XII. El tamaño de la construcción, inusual en el arte románico, su techo almenado, y la sobriedad y grandeza de su interior dan una buena idea de la voluntad que alentaba a estos legendarios monjes-guerreros de la edad media.
Llegamos al albergue del lugar, lo suficientemente temprano como para conseguir cama, ducha, y sello. Incluso conseguimos un teléfono público de donde pude conversar con Ana.
- Estamos a 92 kms. de Santiago... - le comenté feliz.
Silencio del otro lado de la línea.
- ¿Y eso es mucho o poco? - preguntó.
Es poco, muy poco, tanto que dan ganas de ponerse en marcha ya mismo. Santiago, la meta, el sueño, la ciudad santa, el finisterre de los antiguos, el campus stellae, Santiago. ¿Y luego qué ...? A uno se le mezclan la alegría de llegar y la melancolía de dejar el Camino. Muchas respuestas fueron llegando junto con los kilómetros, muchas ansiedades, miedos y culpas fueron desapareciendo bajo la empecinada marcha de nuestros pies. ¿Será Santiago el fin de este maravilloso periplo? ¿Será el comienzo de un nuevo Camino? Es difícil es contestar estas preguntas, en este momento. La respuesta, aún cuando ya se intuye, llegará sólo cuando de rodillas, con el corazón y el alma dispuestos por tantos kilómetros de marcha, descubramos el valor de mirar en lo profundo de nosotros mismos.
Recorrimos el lugar con Martín, la tarde estaba fresca y nos tomamos un par de cognacs en un bar del pueblo. Jugamos algunas conguetas rabiosas, le birlé algunas pelas más a mi amigo pelerin, y luego dimos otra recorrida por el pueblo visitando la Iglesia de San Pedro, junto a un hermoso parque de cipreses.
Más tarde asistimos a una misa en la Iglesia de San Nicolás, y luego vendrían la cena, el pasaje de estas notas y la cucheta hasta un nuevo día.
Aquí aparecerían por primera vez los hermanos, y peregrinos, franciscanos, que no llevaban un cobre, y que despedirían cada jornada entonando unos cantos que a Martín le resultaban gratos --y a mi no sé, porque apenas tocaba el colchón quedaba como piedra-.
La etapa de mañana nos llevará hasta Palas do Rei, unos 25 kms. bastante llanos desde Portomarín.
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