Ultreia et Suseia

Este blog es antes que nada el diario de un peregrino en camino a Santiago de Compostela.
"Ultreia" (mas allá) era el saludo dado al peregrino en la edad media, al cual este respondía siempre "et suseia" (y más arriba), de ahí el título de este blog. Epítome de todos los caminos, el Camino de Santiago es un camino sin final y sin retorno cuya síntesis perfecta es precisamente "Ultreia et suseia".

viernes, 22 de febrero de 2008

07 - Pamplona

Notas de viaje, sábado 29 de julio de 2000.


Nos levantamos a las 10:00, nos duchamos, armamos la caja para enviar las cosas y salimos a cambiar plata, comprar otra tarjeta de teléfono y mandar las cosas por correo. Enviamos las cosas por correo, no cambiamos plata (los bancos y casas de cambio cierran todos los sábados del verano) y tampoco pudimos comprar ninguna tarjeta de teléfono. Además, definitivamente no hay ningún lugar para enviar o recibir mail. Empezamos bien...
Fuimos a recorrer la ciudadela, preciosa y apacible, donde dormitamos una siestecilla a la sombra de un álamo.

Martín visita los tenebrosos calabozos medievales de la ciudadela (en realidad lo encerré un rato pa' que no anduviera jodiendo a la hora de la siesta).


La plaza de toros, estaba cerrada, de afuera es como un estadio de fútbol, le saqué una foto a Martín abrazado a un busto de Heminway, antiguo e ilustre visitante de la ciudad y confeso admirador de las corridas de toros.

Martin abraza a Ernest con un candor del que solo este muchacho es capaz.

Esto de los toros es asunto serio acá en Iruña. Ya de entrada, la ciudad te recibe con el monumento a los Sanfermines, una enorme pieza de bronce que reproduce a tamaño natural las corridas de San Fermín (toro y corredores incluidos).
Finalmente llegamos a la catedral..., está cerrada hasta las 14:00.

De todas maneras sacamos algunas fotos del edificio y de las callejuelas medievales circundantes, de negros adoquines y paredes grises.
La catedral luce muy interesante desde fuera, pero cuando llega la hora y nos aprestamos a conocer la primera catedral de España
- no señor, no pueden entrar, hay casamiento.
- No ligamos nada.

Frente a la plaza de María la Real


Ese soy yo recorriendo las encantadoras callejuelas del casco histórico de Pamplona.



Volvemos a la plaza del castillo, comemos algo, Martín se ha puesto muy sensible con respecto a los alimentos que remite a su estómago. Tiene algo que se llama ácido úrico, creo, que aparentemente puede enlentecer su ya desesperantemente lento proceso de recuperación articular. -¡Mozo!, otra cerveza por favor-
Despues de dar cuenta del almuerzo, decido cortarme el cabello. Al rato de vagabundear por los alrededores de la plaza, damos con una peluquería de esas de las de antes, con altos sillones blancos, baldosas pintadas a soplete cubriendo el suelo, paredes de un color ocre, con un vascón -bastante estilizado para ser vascón- de delantal blanco, parado en la puerta del lugar al lado de un cartel de pizarra negra que en grandes letras blancas manuscritas a tiza anuncia "Peluquería de Hombres", esto de hombres me gusta. Entramos.
Martín se sienta a esperar en los típicos bancos bajos de chatos almohadones negros.
Yo me siento en el sillón blanco, me miro al espejo, miro al vascón, el vascón me mira y dice:
- ¿ Cómo le corto ?
- Rápido. -, le contesto.
Me mira con sus aviesos ojillos negros, guarda silencio un par de segundos y vuelve al ataque:
- ¿ Cómo le corto ?, repite.
O no me entendió o no le gustó la broma.
Le muestro mi mejor sonrisa
- Corto -, le contesto. Mira la máquina de rasurar cabellos y dice:
- Cuatro, uno, o navaja.
Cuatro es más largo de lo que quiero, uno es más corto de lo que quiero.
- Navaja -, le contesto, y a través del espejo veo a Martín aprontar su cámara de fotos.
Martín siempre encuentra motivo de diversión cuando se trata de mi cada vez más escasa (hay que reconocerlo) población capilar.
El trámite termina bastante rápido (no hay mucho para para cortar), vuelvo a mirarme al espejo y me gusta, se siente un poco raro pero cómodo.
- Son dosmil quinientas -, dice el pillo del vascón. Pago y salimos de nuevo a la calle. Son casi las 19:00 y Martín me convence para ir al cine.
A la salida del cine, volvemos a la Plaza del Castillo, comemos un par de sándwichs calientes y comentamos la película ("Gladiator", se recomienda) y volvemos a la pensionsucha.

Hoy debemos de haber caminado unos ocho kms. recorriendo la ciudad y al final de la tarde comenzaron a molestarnos el pie -a mí- y la rodilla -a Martín-. Mañana vamos en autobús hasta Puente la Reina y si todavía no estamos bien, también en autobús hasta Estella. Si no nos mejoramos pronto tal vez podríamos adelantar la etapa de autobús planificada (eso nos daría 3 o 4 días de descanso adicional) y luego continuar a pie hasta Ponferrada. Martín está un poco más animado, mañana se verá...
Pamplona ha sido una ciudad mucho más agradable de lo previsto, realmente me gustó..., es lo último que pienso mas o menos - mas bien menos - lúcidamente antes de dormirme.

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