Notas de viaje, miércoles 02 de agosto de 2000.
Me despierto 03:30.
El inglés ya se levantó. Da un par de vueltas, arma sus petates y se larga media hora más tarde
Seguí durmiendo.
Me despierto 05:30.
La gallega está despierta también y desde la cucheta de enfrente me mira y me dice:
- Pues, y el tío este, ¿ ya se ha marchao ? ¿ A que hora se largó ?.
- Y yo que sé, a las 04:30 o algo así...
Se bajó de la cucheta, se vistió, armó sus petates y se largó detrás del inglés, o no, no sé.
Seguí durmiendo.
Me despierto 06:00. El albergue está casi vacío. Martín duerme.
Doy un par de vueltas en la cama, con cuidado porque estoy en la cucheta de arriba (¿comenté ya que Martín siempre me garronea la cucheta de abajo?) y me levanto, bueno, en realidad me bajo.
Me visto. Martín duerme. Armo la mochila y doblo el sobre de dormir. Martín duerme. Voy al baño, me lavo la cara, me cepillo los dientes y me peino. Martín duerme. Vuelvo al baño y hago pipí. Martín duerme.
Lo pateo suavemente. Sigue durmiendo. Lo pateo más fuerte. Sigue durmiendo. Sacudo la cucheta con ganas.
Murmura algo, se da una media vuelta, y sigue durmiendo.
Bajo las escaleras, entro en la cocina del albergue y preparo café. Subo a la habitación y ¡aleluya!, se ha levantado. Vuelvo a bajar, preparo el desayuno, y espero unos minutos. No baja. Subo a buscarlo y está encerrado en el baño. Vuelvo a bajar, espero, tomo café, tiro el café, limpio el enchastre, me sirvo otro café, espero, subo a buscarlo, sigue en el baño, vuelvo a bajar, espero, tomo café (con cuidado), espero, y finalmente aparece, con esa cara de felicidad de quien se ha quitado un peso de encima. Desayunamos, y salimos al Camino a eso de las 07:20.
El cielo está nublado y se siente un poco fresca la brisa de la mañana. Retomamos el camino, a la salida del pueblo por un sendero de gravilla rojiza que corre paralelo a la ruta y lentamente comienza a adentrase en unos interminables (para quien anda a pie) campos de girasoles que se alternan de tanto en tanto con jóvenes vides de hojas verdes. Tomamos fotos, caminamos, tomamos fotos, caminamos, caminamos, caminamos, hacemos un alto en un recodo del camino, dominado por un pequeño bosquecillo de pinos, buscamos una sombrita y aprovechamos para tomar agua y liarnos unos pitillos.
Me despierto 03:30.
El inglés ya se levantó. Da un par de vueltas, arma sus petates y se larga media hora más tarde
Seguí durmiendo.
Me despierto 05:30.
La gallega está despierta también y desde la cucheta de enfrente me mira y me dice:
- Pues, y el tío este, ¿ ya se ha marchao ? ¿ A que hora se largó ?.
- Y yo que sé, a las 04:30 o algo así...
Se bajó de la cucheta, se vistió, armó sus petates y se largó detrás del inglés, o no, no sé.
Seguí durmiendo.
Me despierto 06:00. El albergue está casi vacío. Martín duerme.
Doy un par de vueltas en la cama, con cuidado porque estoy en la cucheta de arriba (¿comenté ya que Martín siempre me garronea la cucheta de abajo?) y me levanto, bueno, en realidad me bajo.
Me visto. Martín duerme. Armo la mochila y doblo el sobre de dormir. Martín duerme. Voy al baño, me lavo la cara, me cepillo los dientes y me peino. Martín duerme. Vuelvo al baño y hago pipí. Martín duerme.
Lo pateo suavemente. Sigue durmiendo. Lo pateo más fuerte. Sigue durmiendo. Sacudo la cucheta con ganas.
Murmura algo, se da una media vuelta, y sigue durmiendo.
Bajo las escaleras, entro en la cocina del albergue y preparo café. Subo a la habitación y ¡aleluya!, se ha levantado. Vuelvo a bajar, preparo el desayuno, y espero unos minutos. No baja. Subo a buscarlo y está encerrado en el baño. Vuelvo a bajar, espero, tomo café, tiro el café, limpio el enchastre, me sirvo otro café, espero, subo a buscarlo, sigue en el baño, vuelvo a bajar, espero, tomo café (con cuidado), espero, y finalmente aparece, con esa cara de felicidad de quien se ha quitado un peso de encima. Desayunamos, y salimos al Camino a eso de las 07:20.
El cielo está nublado y se siente un poco fresca la brisa de la mañana. Retomamos el camino, a la salida del pueblo por un sendero de gravilla rojiza que corre paralelo a la ruta y lentamente comienza a adentrase en unos interminables (para quien anda a pie) campos de girasoles que se alternan de tanto en tanto con jóvenes vides de hojas verdes. Tomamos fotos, caminamos, tomamos fotos, caminamos, caminamos, caminamos, hacemos un alto en un recodo del camino, dominado por un pequeño bosquecillo de pinos, buscamos una sombrita y aprovechamos para tomar agua y liarnos unos pitillos.
Campo de girasoles camino a Viana
La parada dura unos escasos diez minutos y reemprendemos la marcha. A las 11:30, Viana se deja ver por primera vez desde lo alto de una loma, estamos cerca, a unos dos o tres kms. y media hora más tarde entramos en la ciudad. Realmente caminamos rápido, cubrimos unos 20 kms. en poco más de cuatro horas. No se resintieron nuestras lesiones, aunque sentimos el cansancio de la marcha, sobre todo en los pies, que luego de unos veinticinco mil pasos comienzan a quejarse. Llegamos totalmente trasnpirados, bajo un sol radiante que brilla implacable a 38 Cº. Decidimos quedarnos en Viana, Logroño está apenas a un par de horas de marcha, pero no queremos abusar...
El albergue está muy prolijito, situado en lo alto de la antigua muralla y a pocos pasos de una plazoleta sobre el borde mismo de la muralla, y al lado de las ruinas de lo que antiguamente fuera la Iglesia de San Pedro.
El albergue está muy prolijito, situado en lo alto de la antigua muralla y a pocos pasos de una plazoleta sobre el borde mismo de la muralla, y al lado de las ruinas de lo que antiguamente fuera la Iglesia de San Pedro.
Descansando sobre uno de los muros de la ciudadela de Viana
Viana es una ciudad hermosa.
Antiguamente una importante ciudad fronteriza entre Castilla y Navarra, de casco amurallado y mansiones palaciegas, supo albergar nada menos que a César Borgia, cardenal, príncipe, guerrero, hijo del papa Alejandro VI y libertino exponente de la Europa del renacimiento, que halló refugio en Viana huyendo de la prisión napolitana y un año más tarde la muerte, en un lance de espadas con el Conde de Lerín. Sus restos encontraron un último refugio bajo las losas de la portentosa Iglesia de Santa María, mucho más catedral que Iglesia. Siglos más tarde, mis incrédulos pies peregrinos pasaron sobre el lustroso mármol negro y blanco con letras en bronce de su tumba al entrar en la imponente Iglesia de Santa María...
Luego de la visita a la Iglesia de Santa María, buscamos lugar en una de las mesas de un bar que daba sobre la plaza del pueblo, y bajo la refrescante sombra de un parasol multicolor, despachamos algún bocadillo y un par de cervezas generosamente servidas. De camino al albergue, pasamos por una oficina de turismo donde nos interesamos por algunos folletos de Castilla y de Navarra que finalmente nos serían obsequiados por nuestra condición de peregrinos. La funcionaria, una alegre riojana, nos informaría además que recordaba haber registrado a varios peregrinos uruguayos en los últimos meses. Maravilloso.
Detalle del portico de la Iglesia de Santa María
Una vez de vuelta en el albergue, Martín se "agostó" un rato, y yo me puse al día con mis apuntes. Ahora me rompe para que deje de escribir y vayamos a comprar la cena.
Vamos a comprar la cena y cerca de la plaza encontramos un autoservicio, donde nos procuramos algunos elementos para la cena y el desayuno. Maíz, pepinillos, zanahorias, arvejas, aceitunas, champiñones, un par de latas de sardinas, jugo de naranja, agua, pan, jamón, queso y leche, todo por unas mil trescientas pelas (algo así como 70 pesos uruguayos). Desandamos el camino de vuelta al albergue soportando (yo) estoicamentente las protestas de mi amigo por los ingredientes elegidos para la cena.
Cenamos en compañía de dos madrileños y un catalán, con los cuales conversamos un buen rato, sobre España y América luego de la cena.
Mañana el camino es fácil, corto, y rápido, así que probablemente nos levantemos a las 7:00 u 8:00.Nos acostamos a las 22:00 y creo que ambos nos dormimos casi enseguida.
1 comentario:
Buenísimo.
Lo que me he reído con esto!!!
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