Nos levantamos algo tarde, a las 7:30 o algo así (a las ocho te fletan del albergue). Nos vestimos, armamos las mochilas, desayunamos y salimos para Logroño acompañados de una fresca brisa matinal. Lo que es peregrinos, ya no quedaba ni uno. Luego de un par de horas de un agradable y fresco paseo matinal por caminitos vecinales que se habrían paso entre plantíos de girasol y maíz, dimos con el puesto de Doña Felisa, que a sus ochenta y muchos años sigue regalando al peregrino que se detiene frente a su cobertizo de madera y paja, higos, agua y amor. Felicia, una peregrina de otros tiempos del Camino, estampó su sello en nuestras credenciales y nos despidió con una sonrisa y el conocido "buen camino, peregrino". A Martin casi se lo lastra el perro de un vecino de Felisa, que nos salió al paso enfurecido - el perro - y que arrugó al ver que no iba a ser uno sino dos los bordonazos que le iban a caer arriba del lomo.
Entramos en Logroño bordeando la rivera del Ebro y atravesando el Puente Viejo, que sustituye al original del siglo XI construido por Santo Domingo de la Calzada sobre doce arcos de piedra. Este, ni tan imponente ni tan viejo, se nos presentó como primer digno acceso a la ciudad, (atrás habíamos dejado unos feos carteles con señales de tránsito y el gris cemento de la ruta de Mendavia que da acceso a la ciudad), y nos condujo hasta la rúa Vieja, la calle primigenia del burgo medieval de la ciudad. Por sobre los tejados de la ciudad despuntaban las torres barrocas de Santa María La Redonda, catedral de Logroño y la aguja piramidal de la cúpula de Santa María del Palacio.
Deambulamos por la rúa vieja hasta detenernos en una plazoleta a desayunar unos bocadillos. Yo doy buena cuenta de nuestro pan de cada día, mientras Martín revuelve frenéticamente todas sus pertenencias en busca de sus lentes de sol. Ha estado toda la mañana echándolos de menos, y protestando por lo que considera una pérdida irreparable.
- Es que no están... tengo el estuche ...[ Martín siempre guarda todo dentro de estuches, bolsas, paquetes, etc.]
- Pero los lentes nos están ...-
- Revisaste bien ? - le pregunto como un angelito, y me fulmina con una mirada llena de irascible mal humor.
- Ta' bien, no te calentés ... -
Revuelve el fondo de la mochila.
- Por que no comés tus bocadillos y luego más tranquilo revisas todo otra vez.-
Vuelve a fulminarme con la mirada.
- Claro, para vós es muy fácil, vos tenés tus lentes.-
Forcejea con las correas de la mochila.
- Mhum. - le contesto.
Tomo un buche de agua de su cantimplora.
- De última te comprás otro par y listo.-
Tomo otro buche de agua.
- Claro, claro, todo muy fácil. Te comprás otro par y listo...
Pone la mochila patas para arriba.
- Y además me tomás toda el agua...-
Escarba los bolsillos de la mochila.
- Pero yo no quiero otro par, quiero los míos...
- ¿ Te ayudo ? - aventuro tímidamente.
- Los perdí, los perdí, no están, los perdí...-
- Martín, vos nunca perdés nada, los habrás cambiado de lugar...-
- ¡ De lugar ! - me mira como si fuera un extraterrestre de antenitas verdes.
Sigue escarbando su mochila.
- ¡De lugar ! ¡Insólito! ¡ Ahora resulta que yo nunca pierdo nada ! -
- Y sin embargo tengo el estuche... ¡Pero los lentes no están! ¡No, están...!
- ¿ Estás seguro que no están, revisaste bien, estuche grande, lentes pequeños...? -
Ahora su furia es incontenible, me mira, alza la mano en que tiene el blando estuche de gamuza.
Lo agita delante de mis ojos.
Vuelve a agitarlo y me dice:
- ¡NO ESTÁN !- vocifera como un orate.
Mete los dedos dentro del estuche, como para demostrarme irrefutablemente la reverenda estupidez de mi pregunta, al tiempo que exclama - Já, ahora resulta que no sé revisar ... - , y el par de lentes se desliza sobre la palma de su mano.
Me mira con inquina, abre la boca atinando la defensa imposible. Se calla. Mira sus lentes, mira su estuche, masculla algo ininteligible, guarda los lentes, guarda el estuche y descarga unos feroces mordiscones sobre su bocadillo matinal.
Bueno, qué muchacho este... [y que divertido]
Finalizado el desayuno, y reposados los ánimos, armamos nuevamente nuestras mochilas, tomamos los bordones, y caminamos en dirección al albergue.
Llegamos temprano al albergue, demasiado, está cerrado hasta las 14:00. De todas maneras nos reciben las mochilas y ya sin peso que cargar, recorremos un poco el casco viejo de la ciudad. Es una ciudad bonita, más de lo que nos habían advertido, sin ser una maravilla se deja recorrer y admirar. Se encuentran rincones de esos que invitan a quedarse sentado un rato largo. Luego de algunas vueltas damos con la plaza del pueblo y nos detenemos a comer alguna cosilla en un bar de la plaza, frente a la catedral de Santa María la Redonda. Conversamos lánguidamente durante una hora o algo así.
Peregrinos en bicicleta hacen una pausa en la plaza de la Catedral de Santa María la Redonda
La primer etapa del camino ha terminado y no nos ha ido tan mal después de todo.
Atrás quedaron el desánimo y la preocupación de Zubiri y de Pamplona. Nos sentimos más que bien, hasta un poco melancólicos por no poder seguir nuestro camino a pie. Mañana comienza la etapa en autobús, que en un par de días deberá llevarnos por León, Burgos, y Ponferrada, a 205 kilómetros de Santiago.
Atrás dejamos algunas de las jornadas más bonitas y emocionantes del camino. Lugares y sitios que dejaron su profunda huella en nuestras asombradas retinas y en nuestros felices corazones. Lugares como Saint Jean, los Pirineos, Roncesvalles, el Bosque del Erro, Zubiri, Pamplona, Puente la Reina, Estella, Los Arcos, Villamayor de Mon Jardín, y Viana. Mañana quedará atrás también Logroño.
Fueron apenas 185 kms. en vez de los 287 kms. previstos desde Montevideo, pero pudo haber sido mucho peor. Bastante poco nos costó la impune inconsciencia de nuestras planificaciones originales. Fueron nueve días inolvidables, de cansancio, dolores, lluvia, viento, y sol implacables. Nueve días de libertad, de camino, de montañas y valles, de bosques y praderas, de emociones íntimas y compartidas. Nueve días de felicidad, de historia universal y personal, de búsquedas y encuentros, de sorpresas, de esfuerzo y de placer.
Nueve días pisando el Camino, el del Apóstol, el nuestro, el de todos los peregrinos...
Una sombra desmesurada sobre los adoquines me saca de mis cavilaciones, es una cigueña planeando sobre su nido en lo más alto de las torres de Santa María la Redonda. Hay varias, muchas diría yo, y son todo un espectáculo estos pájaros de patas altas y pico largo. No las había en Viana, al menos no vimos ninguna, pero aquí se ven por todas partes. Casi no se ven palomas en la plaza, que deben sentirse muy disminuidas con el tamaño de sus vecinas. Realmente parecen unos bichos muy capaces de cargar con un niño desde París...
Desandamos el camino hasta el albergue, y nos encontramos con una terrible cola de fatigados peregrinos. Finalmente nos asignaron una enorme habitación con 16 cuchetas.
Cola de peregrinos en el albergue de Logroño
Martín mira preocupado la cola de peregrinos en el albergue, sólo le reconforta haber adquirido una nueva bolsita plástica con la que atormentarme por las mañanas.
Nos bañamos y salimos a dar una vuelta y a tomar algunas fotos. Como dato sobresaliente, encontramos un CyberCafé (¡aleluya!) y pudimos enviar y recibir mails de origen muy diverso (chamita, el gordo, los muchachos, varias y sucesivas arengas electrónicas instando a una partida de cartas, el nono, reproches del Peluca hacia Jorge, de Quique hacia Jorge, De Jorge hacia todos los demás, reclamos de bebida no paga, etc. en fin, lo usual.). Juan Martín se enzarzó algunos minutos en una especie de ping-pong de correo electrónico con su novia.
Luego de algunas horas volvimos al albergue a tomar un tour guiado por la ciudad y así conocimos la historia de San Bartolomé, de su Iglesia (SXII) y de las sucesivas fortificaciones de la ciudad.
Pórtico de la Iglesia de San Bartolomé
Pórtico de la Iglesia de Santiago, el tímpano reproduce la leyenda de la aparición de Santiago en la Batalla de Clavijo
Juego de la Oca en las baldosas de la Plaza de Santiago
Mas tarde, alrededor de las 19:00 fuimos a cenar a un coqueto bar sobre la plaza del pueblo y volvimos al albergue. Son las 21:30 y hay que dormir hasta el día siguiente, me pongo a escribir hasta que anónimas manos me bajan la llave de la luz...
1 comentario:
Claro, vos sos el buda más o menos, ¿no? Qué fantasmagórico!
(el bosque del Erro, me había olvidado!!!)
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